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CUENTOS CIENCIA-FICCIóN
CUENTO LA OUIJA (por Ramón Garza Wilmot)
Conocí a este hombre de pura casualidad, yo iba de viaje a revisar un equipo usado, que la empresa para la que trabajo acababa de comprar. En el trayecto del viaje que iba a ser el más largo, pues volábamos desde Houston hasta Francfort, mi compañero de asiento, un hombre de unos sesenta ó setenta años de edad según me pareció, inició la platica después de que despegamos. Él, primero empezó a hablarme en inglés, pues según me dijo luego, mi aspecto no le parecía el de un latino, pero una vez que nos preguntamos nuestros lugares de origen y que los dos supimos que no solo éramos latinos, sino que, además, éramos mexicanos, yo de Torreón y él de Monterrey, continuamos la platica en español como era natural.
Después de platicar cosas intrascendentes como: donde trabajamos y si éramos papás o no, y cosas como esas, la platica se dirigió hacia temas más específicos, y luego de una hora de vuelo, sin poder acordarme como, la platica en particular, se dirigió hacia las cosas raras que a veces les suceden a las personas. Llevando él la conversación, me hizo una observación primero y después una pregunta.
- Mire Ingeniero, este vuelo va a ser muy largo y según los datos del boleto va a tardar unas diez horas en llegar a Alemania. Me gustaría platicarle en este rato, algo que me sucedió hace tiempo. Si no tiene inconveniente y si tiene la paciencia de escucharme, estoy seguro que le parecerá interesante y al final de la platica me gustaría que me diera su opinión del asunto. Si por el contrario le aburro, no tenga usted ningún empacho en decírmelo, que yo ya estoy suficientemente viejo como para entenderlo y no me sentiré por eso. ¿Por qué quiero platicarlo de esto?, Bueno, no estoy seguro, pero posiblemente porque usted aun que es mi compañero de viaje, es aún un perfecto desconocido, y si luego se burla de lo que lo cuento, bueno pues, ¿Qué mas da?, solo usted y yo lo vamos a saber y así no creerán que estoy loco y digan que se me zafaron los cambios. ¿Qué le parece? ¿Esta dispuesto a escuchar mi historia?.
La verdad era que el libro que yo había traído para leer, lo había terminado en el vuelo de Torreón a Houston, la película que anunciaron para el vuelo ya la había visto antes y no tenía nada mejor que hacer. Así es que le contesté al Señor Montero (que ese era su apellido, se llamaba Daniel) y le dije:
- Claro que sí señor Montero, me gustaría oír esa historia, que ya me parece que va a estar interesante. Pero antes vamos a pedir algo de tomar, así la platica estará todavía mejor.
- Yo no quiero nada Ingeniero, gracias - me dijo.
Le hice la seña a la azafata, ella (una hermosa güerita) se acercó y le pedí me trajera un whisky en las rocas. Después de un par de minutos, ella volvió con mi bebida y el señor Montero empezó su historia:
- Yo tenía como quince años de edad cuando por esas cosas que a veces pasan, había dejado de ir la escuela secundaria por causa de una enfermedad en los pies que me había impedido terminar mi tercer año. Y aun cuando ya había sanado completamente, los tres meses perdidos era imposible reponerlos, y así es que tuve que perder todo ese año para reiniciar la escuela al siguiente.
En los meses en que no podía ni salir a pasear ni al cine por causa de mi molesta enfermedad, y como no teníamos televisión en mi casa en ese entonces, me aficioné a la lectura. Leía de todo, desde el Tesoro de la Juventud hasta las aventuras de Dick Turpin y las traducciones de los originales de Edgar Rice Burroughs de las novelas de Tarzán. Me fascinaban los libros que el finado tío de papá, el tío Policarpo, le había dejado. Allí había libros de historia natural, Las Mil y Una Noches, de los Rosacruces, de Teosofía y de muchas cosas más. En especial me fascinaron los libros de la serie escrita por un señor francés de nombre Allan Kardec.
Esos libros eran como unos seis, creo, entre los nombres que recuerdo estaban: El libro de los Espíritus, El Libro de los Médium, El Evangelio Según el Espiritismo y otros cuyos nombres se me escapan hoy.
En esos libros, este señor Kardec, decía, que se los habían dictado los espíritus del mas allá a través de varios médiums. Y explicaba que los seres humanos al morir, mueren como seres vivos humanos, pero no como almas, las cuales regresan a su mundo a descansar con todos sus amigos y familiares hasta en tanto no regresen de nuevo al mundo físico.
Decía también, que después de morir el alma es juzgada por seres superiores y por si misma, pero no para ser enviada al cielo o al infierno sino para que aprendieran de sus errores y que con cada nueva vida de reencarnación serían cada vez mejores hasta alcanzar la meta final de estar con el Creador de todas las cosas.
En el intervalo entre una y otra vida, algunas almas eran felices pues su grado de desarrollo así se lo permitía y otras no, pues sus errores y su maldad en la vida les hacía arrepentirse tanto que su sufrimiento solo terminaría con el pago de su karma y su aprendizaje para corregir errores.
Algunas almas, ni de eso se daban cuenta, y eran almas tan poco desarrolladas que más por ignorancia que por maldad, se complacían con apariciones y ruidos solo para divertirse. Otras eran en realidad malvadas y los espíritus superiores tenían que vigilarlas y controlarlas hasta que despertaran de su sueño de ignorancia. Y también las había que no sabían que estaban muertos ó que querían transmitir algún mensaje a los vivos.
Decía que todas las almas sin excepción, saldrían adelante y que ese desarrollo era solo otra forma mas en que la evolución progresa incluso en el mundo de los espíritus. -
Y continuó:
- "El libro de los Médiums" citaba que una de las formas en que se comunican los vivos con los muertos es con la tabla Ouija. ¿Ha oído hablar de ella Ingeniero? - Me preguntó.
- Unos sobrinos míos una vez compraron una. Es, me dijeron, un juego para adivinar el futuro y para la suerte.
- No mi estimado - me dijo en tono de advertencia.
- La Ouija no es un juego, es realmente uno de los instrumentos que hay para hablar con los muertos. Pero déjeme explicarle más. La tabla, que como sabe, tiene escrito el abecedario y los números dígitos, se pone en las rodillas de dos personas y estas ponen sus manos sobre la mesita pequeña. Los espíritus entonces, a través de las personas que la manejan, les mueven sus manos y con ellas moviéndose se señalan letras que juntas hacen palabras y frases enteras.
- Ajá - asentí.
- Bueno - continuó él.
- La cosa es que juntando el dinero de dos de mis domingos, obtuve los suficiente para comprarme una Ouija en una juguetería, en la que una hermana mía, Viviana se llama mi hermana, me dijo que las había visto. - Cuando abrí la caja en donde venía, me sentí decepcionado. Yo esperaba ver algo mas sofisticado, quizá algunos imanes ó algo, no sé, pero no tan simple como era la famosa tabla que compré. Una simple tabla de madera barnizada con dibujos del abecedario, los números del 0 al 9 y dos columnas con las palabras "sí" en una a un lado y "no" en la otra al otro lado. La mesita pequeña era una especie de triángulo con tres patitas de corcho con fieltro en el extremo y el dibujo de una mano flaca con el dedo índice señalando el indicador de la mesa, la parte aguzada.
- En fin - dijo.
- Como las instrucciones eran que dos personas debían manejar la Ouija, le pedí a mi hermana Viviana, (tengo dos más) que me ayudara. Así es que nos pusimos la tabla en las rodillas, las manos sobre la mesita que se ponía sobre la tabla grande y a esperar. Pasaron unos 5 minutos y nada. Luego yo empecé a sentir una especie de cosquilleo en la yema de los dedos y ¡Sorpresa! Que se empieza a mover la tabla en círculos. Mi hermana me dice: ¡No le muevas Daniel! Y yo le contesté: ¡No le estoy moviendo, se mueve sola!.
- A decir verdad Ingeniero - me dijo. - Ninguno de los dos la estábamos moviendo y la cosa aquella, gira y gira. Sí es cierto que la estábamos tocando, pero tocar y empujar no es lo mismo - y siguió.
- Luego la frase de las instrucciones fue pronunciada: ¿Hay Espíritu presente?. Y la tablita se dirigió hacia la columna del SÍ.
De ahí en adelante se desarrolló entre nosotros y la tabla una conversación con alguien que dijo llamarse Azahel. Nos platicó que había sido de su vida, en donde había vivido y otras cosas que no recuerdo. El se fue y vinieron otros. Algunos decían: tengo que hacer Adiós y se iban. Siempre había "alguien" que quisiera hablar.
Muchos días estuvimos "jugando" con la tabla. En ocasiones quien nos hablaba era muy mal hablado y hasta vulgar. En otras ocasiones la conversación era de altura, es decir, sin vulgaridades y con datos acerca de cómo era el otro mundo. Había de todo. Haga usted de cuenta que la Ouija es como cuando levanta el teléfono y llama a cualquier numero al azar y quien le contesta puede ser una buena persona, conversadora e interesante, y otras veces puede ser una persona malhablada y grosera.
Como ya le había platicado, en esos días yo no tenía mucho que hacer, en una ocasión en la que quería hablar con la Ouija, mi hermana no estaba en la casa, así es que decidí probar yo solo a ver que pasaba. Para mi agradable sorpresa, la tabla respondió conmigo solo y desde ahí en adelante, ya no fue necesario que mi hermana me ayudara.
Aun así, ella no dejó de jugar con la tabla y a los pocos días también la podía mover sola. A medida que fui usando la tabla mas y más, la velocidad fue creciendo y luego era tan rápido el movimiento que ya no se veía a que letra señalaba la tablita pues los mensajes llegaban directamente a la cabeza. Uno oía la voz adentro de la cabeza, pero se detenía inmediatamente que uno dejaba de tocar la tabla. Y eso era bueno, si no, imagínese no poder detener aquellas voces en la cabeza. Hubiera ido a dar al manicomio de inmediato.
En otra ocasión, estábamos Viviana y yo platicando de esto, cuando ella se levantó de repente de la silla, me miró con ojos que no son de una hermana y dijo:
"Daniel, voy a bailar para ti."
- Y que cree Ingeniero, que se pone a bailar como en alguna película he visto que bailan las gitanas. Al mismo tiempo, me miraba con una mirada coquetona nada parecida a la forma en que mi hermana me ve normalmente.
Luego se detuvo, se sentó y me dijo:
"Soy Rocío, y vine aquí solo para recordar como era yo cuando fui gitana. Adiós". Y cerró los ojos.
Viviana los abrió y me preguntó: ¿Que pasó?.
- ¿Tú dime? - Le pregunté yo a mi vez.
- Pues todo lo que recuerdo es que me dormí - dijo ella, y continuó, - pero sé que acaba de pasar muy poco tiempo.
- Yo le platiqué lo sucedido y ella estaba con la boca abierta por eso, entre sorprendida y temerosa, ¡claro!, Si un espíritu cualquiera se mete en tu pellejo sin decir "agua va", no es para estar muy tranquilo. ¡Eh!. -
Claro, esto que les cuento, que me platicó este Señor Montero sucedió en una hora del vuelo mas ó menos, yo les digo solo lo que recuerdo, él era más extenso en su platica. Él, al platicar, miraba enfocando los ojos muy lejos, como quien quisiera que mirando así, pudiera recordar mejor los hechos que narraba, pues para él según mis cálculos serían casi 45 años de distancia.
Un poco cansado y con ganas de ir al baño, le pedí mis disculpas por unos momentos y me fui a hacer mis necesidades. Al regresar, le pedí de nuevo la güerita azafata me llevara otro whisky, me senté en mi asiento del pasillo y me dispuse a continuar oyendo, no sin cierta reticencia, el cuento del Señor Montero, pues ya para entonces me empezaba a parecer que este hombre era un experto contador de muelas.
A pesar de eso, la platica era interesante, y, además, hace tiempo aprendí que siempre hay algo que uno puede aprender de los demás, inclusive lo que esta mal. Así es que le dije:
- Adelante Señor Montero, si usted quiere seguir platicando, yo lo seguiré escuchando. -
- Gracias Ingeniero. -
Este hombre, era un hombre como de 60 años, pelo entrecano y quebrado, algo gordo sin llegar a obeso. Bigote cerrado y canoso, en su juventud debió haber sido bien parecido, pero ahora se veía ajado y pálido. Vestía un estilo algo pasado de moda, pantalones sin pinzas, camisa de manga larga de rayitas azules y un sweater gris abierto por el frente. A pesar de lo peculiar de su platica y de mis sospechas de que era un cuentista, su modo de hablar, aunque algo rústico, no era el de un hombre ignorante.
Me trajo la güerita el segundo trago, mi vecino se acomodó en su asiento, se pasó un peine por el cabello y continuó.
- Esto fue solo el principio, días después de lo sucedido con Viviana, estábamos, mi otra hermana Karina, Viviana y yo, platicando de lo sucedido con Viviana. Mientras eso hacíamos, Karina estaba peinando a Viviana, una cola de caballo, un chongo o algo. Viviana estaba en una silla y Karina detrás de ella. Karina dijo: "Yo no les creo nada, si a mí no me pasa eso nunca lo voy a creer".
- Mejor no lo hubiera hecho, pues apenas terminó de decirlo y ¡zas! Que se cae al piso, desmayada. De inmediato nos pusimos a levantarla y la llevamos a una cama, pero ella seguía desmayada. Luego dijo mamá: "vamos a frotarle alcohol". Lo hicimos y ella despertó, pero no era ella, pues empezó a decir con voz masculina: "Horacio, Horacio". Yo pensé: "a esta ya se le zafó" y le pregunté: ¿Cómo te llamas? ¿Cómo te llamas? Y ella solo respondía: "Horacio, Horacio".
- Viendo las cosas como estaban, decidí tomar acciones drásticas y ¡Vámonos! Que le doy una cachetada bien dada. Con esto, ella cerró los ojos y luego despertó. De nuevo el ¿Qué pasó?.
- Yo le dije:
- Pues nada mas que por andar pidiendo que te pase algo, te pasó. Solo decías: "Horacio, Horacio", te di una cachetada y despertaste.
"Pues no recuerdo nada" me dijo, solo que cuando dije que no lo creería hasta que me pasara, sentí que algo entró desde arriba a mi cabeza y ya no supe más.
- Enseguida agarre la Ouija y le pregunté que había pasado y esta contestó:
"Yo soy Horacio, soy el protector de Karina y lo hice para demostrarle que si existe esta realidad, que si existimos los espíritus. Solo que el golpe que me diste cuando estaba en su cuerpo me dolió, yo ya no estoy acostumbrado al dolor físico y por eso la dejé".
- Hasta esos momentos, mamá siempre había pensado que el uso de la Ouija era solo un juguete de muchachos. Después de lo de Karina, le dijo a papá y este nos prohibió volver a usar el aparato. Yo lo escondí, y desde ese momento en adelante solo yo lo usé sin que el resto de mi familia lo supiera. Eso lo pude conseguir porque afortunadamente, yo tenía mi propio cuarto con todo y baño, cuarto que estaba en el techo del departamento donde vivíamos y que supuestamente era para la sirvienta, pero como no teníamos, entonces lo usaba para mí.
- Desde esos días en adelante, muchas cosas raras empezaron a suceder, una de ellas fue cuando una noche en ese cuarto, me despertaron las voces de mis hermanas gritando: "Daniel, Daniel, despiértate. Nos avisaron que acaba de morir el tío Antonio", Yo me desperté y salí inmediatamente del cuarto, pero resulta que no había nadie afuera. Creí que era un sueño y me volví a dormir.
Pasaron dos días, y al tercero, de nuevo en la noche me despiertan las mismas voces de mis hermanas, diciendo lo mismo, me levanto a ver que pasa y esta vez si era cierto. Un tío nuestro, el tío Antonio acababa de morir en un accidente de tráfico.
Otra cosa que me empezó a pasar era que, cuando estaba en ese punto intermedio entre el estar despierto y el empezar a dormirse uno, oía voces llamándome y luego me quedaba paralizado sin poder mover ningún músculo. Plenamente consciente, perdía el control de mis movimientos, y solo mediante un esfuerzo mental muy intenso, lograba apenas mover un dedo, pero tan pronto lo hacía, recuperaba el control físico.
Luego esto se transformó en lo que ahora llaman "viajes astrales", pues en ese punto a medio dormir, mi conciencia se separaba de mi cuerpo y yo me deslizaba fuera de él como si fuera viento. Cuando empezaba a escuchar un sonido muy fuerte como el de un tren corriendo toda velocidad sobre mí, sabía que eso estaba a punto de suceder.
A veces vagaba en ese estado en la noche por los alrededores de mi casa. Yo reconocía las cosas que estaban ahí, pero generalmente no eran tal como en la realidad, pues estaban algo distorsionadas. Por ejemplo, si yo veía un sillón, el sillón sí estaba ahí pero era de otro color. Creo que de alguna manera se mezclaban la realidad y los sueños causando esa distorsión.
Ya para entonces, la platica del Señor Montero, había tomado un tinte un poco melodramático, y he de confesar que sentía al mismo tiempo una mezcla de curiosidad por esa historia y también de pena, pues me parecía que si otra gente escuchara esa plática, seguramente se reirían de nosotros. La curiosidad era fuerte y decidí seguir escuchándolo.
Ha de saber Ingeniero - me dijo, - Que yo siempre he sido muy suspicaz. Y que a pesar de lo que hasta ahora me había sucedido y como había sucedido, yo no estaba seguro de que todo este asunto se tratara en realidad de una forma de comunicación con el mas allá. Pensaba que debiera haber otras razones para lo sucedido y que me encontraba sumamente sugestionado por los libros de Kardec y por el uso de la Ouija. Quizá, pensaba, era mi propio subconsciente revelándose, ó quizá una forma de transmisión del pensamiento. Esto último lo pensé porque en muchas ocasiones, la tabla se me adelantaba a decirme que alguien me iba a decir ó a pedir algo. En fin que teniendo como se dice "los pelos de la burra en la mano", todavía no lo creía.
Decidí hacer pasar el asunto por pruebas mas claras y de preferencia con testigos no sugestionados ó influidos en ninguna forma por mí ó por los libros. Así es que le pedí a algunos de los "espíritus" con quienes hablaba, que me dieran una prueba de su existencia que ni yo, ni nadie pudiera refutar. Uno de ellos, el más asiduo; Azahel, me dijo: "Ve el próximo domingo a la casa del ranchito que tiene la hermana de Poncho en Allende y ahí te daré las pruebas que me pides". Se refería a una casita en una pequeña huerta que la hermana de Poncho, mi amigo del barrio, tenía en el municipio de Allende al sur de Monterrey.
Yo le dije a Poncho de que se trataba el asunto y le pedí de favor que fuéramos allá. A él le pareció muy interesante el asunto, para él era como el reto de ir a quedarse una noche en una casa embrujada. Decidimos entre los dos, invitar a un amigo mutuo también del barrio a quien le decíamos Toto.
- En fin, el día indicado nos fuimos a la casita esta, Poncho, Toto y yo. Toto era mas bien un católico apostólico y romano que acostumbraba como buen creyente ir a misa de 8 AM los domingos. Poncho y yo no éramos creyentes como Toto, pero a pesar de esto llevábamos muy buena amistad con él, por eso y porque queríamos a otro testigo decidimos invitarlo a lo que él acepto de buena gana.
Llevamos cobijas para dormir, comida para cenar y desayunar, pues nos fuimos hacia allá por la tarde, llevábamos velas, cerillos, agua, etc. pero, además, llevábamos el "teléfono" para comunicarnos con el otro mundo, la Ouija.
La casa de la hermana de Poncho estaba situada sobre la única calle que corría por el pueblo, Paso Hondo de nombre. Este estaba formado por unas 20 casitas de gente de pueblo con algunos naranjos en los patios que eran bastante grandes. La casa en cuestión estaba en la mera esquina de la calle principal que estaba pavimentada pues era la pasada a otros lugares semejantes mas adentro y colindaba también con una calle de tierra. La casa tenia forma de L con la esquina de la L en el cruce de las calles, medía en la parte más corta de la L como unos 8 metros y en la mas larga como unos 12. Los muros creo que eran de sillar y el techo era totalmente de lámina galvanizada. Este se extendía hacia dentro de la L de modo tal que por dentro formaba una techumbre con la que se formaba algo parecido a un pasillo exterior a la casa pero frente al patio. Este era muy grande, el fondo probablemente estaría a 60 o 70 metros de la casa, y allá muy atrás estaba como en toda casa de pueblo, el excusado de pozo. Además, había algunos árboles regados en el patio, huizaches la mayoría. Salvo por unos 10 naranjos que había, muy apenas se podía decir que era una huerta
Después de cenar el lonche que llevábamos (con su respectiva coca cola), nos sentamos en el pórtico a ver caer la tarde mientras mirábamos hacia el patio y en dirección al Este. Así llegaron las 8 o 9 de la noche, y como era verano y el pueblo prácticamente no tenía luces eléctricas, ni en la casa las había, el cielo estrellado se veía con una claridad que los citadinos no estamos acostumbrados a ver. Recuerdo que comentábamos que se veía la vía láctea muy claramente.
Estábamos los tres en ese estado de arrobamiento que produce la vista de un espectáculo como aquel, cuando repentinamente, en el mismo cielo estrellado y encima de nuestras cabezas, vimos que apareció una estrella sumamente brillante, tan brillante que empobrecía a las demás. Esta estrella se veía efectivamente como se ve una estrella, lejana, pero sumamente brillante. Al momento que apareció e inmediatamente después de darnos cuenta de ello, los tres volteamos a mirarnos y nos dijimos.
- ¿Viste eso?.
- La segunda reacción fue la de empezar a preguntarnos que era. Ni remotamente se nos ocurrió que tuviera que ver con el motivo de nuestra estancia en aquella casa.
- Ha de ser un satélite - dijo Poncho.
- No, los satélites se mueven y esta está fija - dije yo.
- Creo que alguien comentó que podría ser Venus y la respuesta de alguien, no recuerdo quien fue:
- No, Venus aparece cerca del horizonte y más temprano y esto esta muy alto en el cielo y no a esta hora.
Estábamos en esas circunstancias cuando la estrella empezó a hacer movimientos, al principio eran oscilatorios de derecha a izquierda, luego empezó a hacer círculos probablemente del tamaño de la luna llena o más. Y luego empezó a efectuar movimientos extraños, parte en círculos, parte en subidas y bajadas y luego se detenía. Estos los repitió dos o tres veces hasta que por fin pudimos darnos cuenta que estaba escribiendo como cuando uno escribe en el aire con la punta del dedo índice. Lo que escribió y que los tres pudimos leer al mismo tiempo fue simplemente "ojo". volteamos a mirarnos asombrados y nos preguntamos unos a otros
- ¿Que escribió?. Fue ojo ¿verdad?.
Cuando volteamos de nuevo hacia arriba para verla otra vez, la vimos una vez mas y luego tan repentinamente como había aparecido, desapareció.
Inmediatamente después de que desapareció del cielo, apareció frente a nosotros en el patio una luz muy fuerte también, pero esta vez a nivel del suelo y por lo que puedo recordar cerca del excusado. La luz era de color anaranjado, semicircular y con una altura de 1.5 o 2 metros. Recuerdo que tenia como característica además del color y la altura, que no proyectaba sombras de las cosas que se interponían entre ella y nosotros como los árboles o los arbustos y matorrales.
Ver un fenómeno raro como la estrella inicial y ver una luz grande frente a nuestras narices no es la misma cosa. El asombro inicial al ver aquella luz anaranjada se convirtió rápidamente en miedo, asustados los tres corrimos rápidamente hacia el interior de la casa y buscando quizás mas compañía humana, salimos de la casa por el frente hacia la calle principal. Como ya lo había mencionado, el pueblo estaba casi completamente a obscuras, entre las penumbras alcanzábamos a ver la calle a los lados de donde salimos. Esto sucedió rápidamente y tan pronto salimos a la calle, ¡Vimos a unos 30 metros de donde estábamos la luz anaranjada!, ¡Sorpresa!. Esta se había cambiado de lugar, ya no estaba en el patio, ahora estaba en la calle.
¿Que hacer?, Asustados como estábamos, lo único que se nos ocurrió fue meternos de nuevo a la casa y cerrar las puertas del frente y del patio. Inmediatamente después de que lo hicimos, se inició lo peor. En todo el techo de la casa y en todas las paredes empezaron a oírse tremendos golpes, como hechos con un mazo en las paredes y con palos en el techo, en este último, parecía que había 10 hombres afuera y arriba de él y que se divertían golpeando con furia y con unos garrotes la lámina. Las paredes sonaban tan fuerte que yo creí que se podían caer en cualquier momento. Aquello era un pandemonio y nosotros éramos las víctimas. A alguien se le ocurrió finalmente sacar la Ouija, y cuando lo hicimos y la pusimos a trabajar (todavía con aquel ruidazo) lo primero que preguntamos fue que era todo aquello. la respuesta fue:
"¿No me pidieron una demostración, incrédulos?" Pues ya se las estoy dando".
- Fue entonces que le dijimos a Azahel:
"Esta bien, te creemos, pero por favor para esto".
- Tan pronto hicimos la petición, cesaron todos los ruidos, y el silencio se hizo en la casa. Después de unos minutos ya en silencio y mientras aun hablábamos con la tabla, los perros del pueblo empezaron a ladrar simultáneamente. No sé si eran todos en verdad, pero parecía que eran como 20 ó 30, todos ladrando a la vez, con ladridos desesperados y alarmados. Preguntamos a la tabla que pasaba y la respuesta fue un tanto rara, (quizás mas que todos aquellos sucesos) - "Es que van pasando tres espíritus malignos por el pueblo. Si quieren que se vayan estos espíritus y los perros se callen, pídanselo a Dios con todo su corazón".
- Hicimos aquello que Azahel nos había indicado, y tan pronto lo hicimos, inmediatamente, que digo inmediatamente, mas bien instantáneamente, todos los perros se callaron. Ni siquiera alguno de esos zonzos retrasados en hacerlo y que después de que los demás se han callado todavía continua ladrando, el silencio fue absoluto.
- Después de aquellos acontecimientos, ya no sucedió nada mas en el resto de la noche, dormimos y en la mañana nos regresamos a Monterrey.
- Pasaron varias semanas desde entonces, sin cosas sorpresivas ó nuevas, salvo las frecuentes sesiones personales con la Ouija. En uno de esos días, al regresar a mi casa de alguna salida, me recibe mamá con una regañada de primer orden. Como ya podrá adivinar Ingeniero, esto se debía a que yo no me había deshecho de la Ouija, y mi "olvido" tuvo un pronto remedio cuando ella se dio cuenta, y ni tarda ni perezosa, aún antes de que yo hubiera llegado a la casa, la tabla había pasado al mundo de los espíritus también.
- Así es que de repente ya no tenía los medios para comunicarme. ¿Qué hacer?. Bueno. Pues la imaginación de un muchacho de 16 años es bastante aguda, y me dije: " Voy a ver si me puedo comunicar sin tabla". Y que en lugar de la tabla, agarre un lápiz y un papel y ¡Oh sorpresa! Resultó que me podía comunicar por medio de la escritura como Kardec decía. Luego supe que esta forma de comunicarse se llama "escritura automática".
- Fíjese como funciona. - Me dijo. - Se pone uno a escribir sin pensar en lo que va a escribir, con cualquier cosa que se le venga a la cabeza. Y resulta que según con quien uno hable es la clase de escritura, a veces es muy cuidadosa y ordenada, otras rápida e ilegible, y al final después de muchas veces, ya ni uno puede leer lo que dice ahí, pues todas las ideas ó platicas llegan directamente a la mente. Desde entonces, cuando quiero comunicarme y dejar testimonios, el papel y el lápiz son indispensable.
- Mire, si tiene un pedazo de papel y un lápiz y se lo demostraré.
Saqué de mi maletín una agenda y de ella corté una hoja en blanco, se la di, luego tomé un lapicero del bolsillo de mi camisa y también se lo di. Él escribió algo apoyándose en la mesita del respaldo del asiento delantero y me lo entregó junto con el lápiz. Lo leí, decía: "Los muertos están vivos y los vivos están muertos".
Luego, voltee para mirarlo, él me miraba con curiosidad, pero con mucho interés y me preguntó:
- ¿Qué opina de todo lo que aquí le he platicado?.
Yo no sabía en que forma responder a esa pregunta, mas que nada porque aunque sabía la respuesta a algo de lo que yo tenía una idea perfectamente bien desarrollada, esta idea podría fácilmente (así lo pensé) ofender a mi compañero de viaje. Así es que decidí dar una respuesta sensata y sin que tuviera tintes de ofensiva y le dije.
- Esto que me acaba de platicar es una historia muy interesante. De ser cierto, usted habrá logrado probar lo que muchos hombres han querido hacer sin éxito y debiera de transmitirlo a otras personas. Me parecería entender de eso, que los muertos sí se pueden comunicar con los vivos y viceversa, pero, con su perdón y estrictamente hablando con una actitud científica, este papel que me acaba de entregar no me prueba nada, pues todo lo que prueba sin duda alguna de mi parte es que usted y solo usted lo escribió.
Él me miró con un gesto de condescendencia, sonrió y luego dijo:
- Tiene usted toda la razón Ingeniero, el papel solo prueba eso y ninguna otra cosa.
- Ahora si me lo permite, tengo que atender un pequeño asunto allá en el cuarto de servicio del avión, con su permiso.
Se levantó de su asiento y caminando en el pasillo se metió al baño.
Yo, que venía ya cansado por el viaje, cerré por unos quince minutos los ojos y creo que me dormí. Desperté y mi compañero no había aún regresado. Pasó media hora mas y nada. Después de la segunda media hora y preocupado porque algo pudiera haberle pasado, detuve a la güerita azafata y le dije:
- Disculpe señorita, pero el señor que ha estado sentado en este asiento de mi lado hace mas de una hora que entró al sanitario y no ha salido. El no viene conmigo, pero después de una hora no sale y pienso que algo le pudo haber pasado. ¿No debiera de revisar a ver que pasa?.
Ella me miró con una cara de extrañeza primero y luego hizo una cara como si se hubiera dado cuenta que yo estaba haciéndole una broma, finalmente recuperó su postura y me dijo:
- Disculpe señor, pero en todo el tiempo que llevamos de viaje, usted ha estado solo en este asiento. Estoy segura de eso porque yo tengo la lista de pasajeros y sé cuales son los asientos ocupados, además, cuando le traje sus tragos, nadie estaba con usted.
Muy sorprendido de esto, le pedí me permitiera caminar por los pasillos para encontrar al señor Montero y acabar con la broma, ella me lo permitió. Lo busqué por todo el avión, revisé todos los sanitarios e incluso le pedí que revisara la cabina de los pilotos y el resultado fue el mismo. El señor Montero no estaba en el avión. Sumamente perplejo, regresé a mi asiento, de repente me acordé de algo y metí la mano al bolsillo de mi saco. Saque un papel que tenía escrito:
"Los muertos están vivos, los vivos están muertos"

FIN


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