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CUENTOS CIENCIA-FICCIóN
CUENTO EL VIVO (por Anna Starobinets)
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Inmortalidad.

PRIMERA PARTE
Hanna
Documento n.º 1 (anotación personal del arrendatario)
Septiembre del 439 d. N. V.
Primer día de la luna menguante

Al principio, el médico que me hizo los análisis no parecía muy preocupado. Solo dijo que la conexión había fallado y que había que repetirlo todo, y que sentía haberme hecho esperar. Se quedó quieto, sin parpadear, y me observó por todos lados; pareció atravesarme con la mirada. Las pupilas se le hacían grandes y pequeñas de manera convulsiva y desacompasada. Después se le estabilizaron, y cerró los ojos, como si no pudiera controlar tres capas. Pero tres capas no son nada para los médicos... Eso quería decir que se hundió más profundamente. ¿Para qué? La consulta apestaba a sudor, y yo trataba de contener la respiración. Tenía los párpados, la frente y las aletas de la nariz húmedos, y le brillaban, y pensé: «A este médico le pasa algo, es él quien falla, la conexión va la mar de bien...».
Cuando volvió a abrir los ojos, su expresión era la misma que si hubiera visto la clave del Hijo del Carnicero o, para ser más exactos, no la clave, sino al Hijo en persona, con su sonrisa cansada del buen trabajador y el hacha ensangrentada y maloliente, como en la serie El asesino inmortal.
—Tengo que repetir el proceso —dijo, y vi que le temblaban las manos.
—¿Otra vez? Esta será la tercera...
No contestó. Se limitó a extraerme el sensor del vientre, y a ponerme otro exactamente igual.
Estuvimos un minuto en silencio; yo, en aquel sillón enorme y frío, y él, enfrente de mí. Pensé en que si dentro de mí hubiera alguien de la lista negra, algún maniaco como el Hijo del Carnicero o el Maldito, nunca jamás lo vería, no lo vería ni una sola vez, lo meterían en una celda del reformatorio, le darían de comer tres veces al día y no le dirigirían la palabra, se moriría sin que nadie le hubiera dicho nunca ni una sola palabra, y jamás entendería nada de nada. Pensé en lo hipócrita que era llamar reformatorios a aquellos sitios. Nadie intentaba reformar a nadie jamás. Los metían allí, y punto. Los tenían con la barriga llena y calladitos.
El sensor emitió un pitido y el médico volvió a mirar el resultado, que al parecer era el mismo que antes.
—¿Está todo bien? —pregunté, pero no respondió—. ¿Le pasa algo al bebé?
El médico se levantó y se puso a caminar por la consulta.
—El padre... —La voz le temblaba como una lata de cerveza que rueda por el asfalto—. ¿Usted lo conoce?
—No. Es un bebé del festival.
—Vístase. —Miró a mi alrededor—. Espere fuera, en el pasillo. He llamado a un funcionario del SPO.
—¿No es normal?
—¿Disculpe?
—El bebé. Mi pariente. ¿Mi pariente está en la lista negra?
—Eh... No. —Al fin me miró, pero de forma un poco extraña, como de lejos, como por unos anteojos, como si yo estuviera en el horizonte, como si estuviera en el Socio, y no allí con él—. No. Su pariente no está en la lista negra.
—Entonces, ¿para qué ha llamado al planetar? ¿Qué he hecho? ¿Qué infracción he cometido?
—Eso no es de mi competencia —dijo distraídamente, y dejó de prestarme atención. No cabía duda de que estaba pendiente de otra conversación en una capa más profunda.
El planetar no se dio demasiada prisa; apareció al cabo de cuarenta minutos. Me pasé todo aquel rato en el pasillo mirando cómo entraban las hembras tensas e irritadas por las puertas de las consultas, casi siempre asustadas ante la futura revelación, intentando prepararse para lo peor, pero aferrándose obstinadamente a lo mejor. La esperanza. Literalmente irradiaban esperanza. El pasillo entero estaba saturado de ondas tóxicas de esperanza. A ver si todo sale bien. A ver si no es ahora. A ver si no tengo nada dentro.
Salían transformadas de las consultas. Las vacías, con el andar ágil y vivo de las bailarinas, como si se hubieran vuelto más esbeltas, más ligeras a causa de su vacuidad etérea. Las otras caminaban con pesadez, como si de repente les hubieran puesto una carga encima. Dirigían la mirada hacia su interior; ay, aquella consabida mirada de resignación, reflexiva, que intentaba comprender por qué les crecía ahí dentro aquella cosa innecesaria.
La resignación, la responsabilidad, el deber, les dirán los psicoterapeutas al día siguiente. La resignación frente a la naturaleza. La responsabilidad frente al pariente. El deber para con el Vivo. Sí, era duro. Aquellos tres componentes de la armonía son las causas de su malestar. Pero encontrará el consuelo en otros tres: el placer, la estabilidad y la inmortalidad. Y ahora pongámonos todos en círculo, cojámonos de las manos (quien quiera, puede ponerse guantes de protección, esterilizados) y repitamos a coro: «La armonía del Vivo se basa en seis factores: resignación, deber, responsabilidad, placer, estabilidad e inmortalidad». Y ahora vamos a decir todos juntos: «La armonía del Vivo depende de mí, de mi persona».
Mi psicoterapeuta cree que el contacto físico y la repetición a coro son la mejor preparación. Dolorosa, pero útil. Dice que el corro y la recitación en grupo constituyen una especie de modelo. En un corro se hace mucho más evidente que en el Socio uno es parte del Vivo. En un corro, uno se siente más protegido. En un corro ni siquiera se temen los cinco segundos de oscuridad.
—¡Inmortalidad! —El del Servicio Planetario se desplomó con pesadez en el sillón libre que había a mi lado, y dejó la cartera negra y cuadrada en el suelo, junto a sus pies. La máscara de espejo que le cubría la cara estaba un poco sucia, un poco turbia—. Qué calor hace hoy...
—¿Qué infracción he cometido?
—Ninguna.
—Entonces, ¿por qué me quiere interrogar?
—Es mi trabajo. —El tipo me observó atentamente y, por lo poco que podía juzgarse de la expresión de la máscara, con asco—. Por favor, póngasela.
Me alargó una máscara de espejo que tampoco estaba muy limpia.
—¿Es obligatorio que me ponga el charlatán?
—Debemos seguir el protocolo de gestión de conversaciones. —Impaciente, sacudió la máscara que me tendía—. Póngasela. La cara interna está esterilizada. Así, muy bien; gracias, Hanna. Solo es una conversación. En modo alguno es un interrogatorio.
La máscara estaba fría, fría y pegajosa, como la caricia de una bestia de las profundidades marinas.
—Voy a conectar su máscara al sistema de gestión de conversaciones. Así... El mío también. Así. Es solo para que la conversación quede registrada; no es por nada más.
Su voz se volvió detestable al pasar por la máscara, se convirtió en una especie de zumbido monótono.
—Cuando termine la conversación, recibirá una copia en taquigrafía. El sistema de conversación no puede dañarla ni a usted ni al..., eh..., ni al feto; se lleva a cabo con medidas extremamente ecológicas...
—¿Qué infracción he cometido?
—Ninguna.
—No entiendo qué está pasando.
—Yo tampoco. —Sonrió con su boca de espejo—. Yo tampoco lo entiendo. Precisamente por eso necesito que me explique todos los detalles relacionados con su..., eh..., feto.
—Es un bebé de festival.
—Le he pedido los detalles.

¿Quiere interrumpir la actividad con el documento n.º 1?
sí no
La actividad del documento ha sido interrumpida.
¿Desea consultar otro documento o quiere finalizar la actividad en la unidad?
Consultando el documento n.º 3.

Documento n.º 3 (transcripción taquigráfica de la conversación entre el arrendatario y el funcionario del Servicio Planetario del Orden [SPO] con fecha 10.09.439 d. N. V.)

Funcionario del SPO: Necesito que me explique todos los detalles relacionados con el feto.
Interlocutora 3678: Es un bebé de festival.
Funcionario del SPO: Le he pedido los detalles.
Interlocutora 3678: Hoy, primer día de la luna menguante, he venido al centro médico n.º 1015 en conformidad con la ley del Control Mensual de la Población. Los médicos me han dicho que estoy embarazada...
Funcionario del SPO: ¿Suele venir al centro con regularidad?
Interlocutora 3678: Sí, claro. Vengo todos los meses.
Funcionario del SPO: ¿Los médicos del centro le habían diagnosticado un embarazo en alguna otra ocasión?
Interlocutora 3678: No. Es la primera vez.
Funcionario del SPO: ¿Había tenido relaciones sexuales antes?
Interlocutora 3678: Sí.
Funcionario del SPO: ¿Ha tenido alguna vez problemas de fertilidad?
Interlocutora 3678: No.
Funcionario del SPO: Entonces, ¿cómo es que es la primera vez que se queda embarazada?
Interlocutora 3678: Tomaba precauciones.
Funcionario del SPO: Eso está prohibido.
Interlocutora 3678: Tengo permiso.

La interlocutora 3678 rebusca en el bolso. El sensor registra una subida de temperatura corporal de 0,3 grados; un incremento del pulso, que llega a 130 pulsaciones por minuto; el tamaño de sus pupilas es de 6,3 milímetros, lo que supone 2,8 milímetros más que lo que correspondería al fondo lumínico existente.
Interlocutora 3678: Aquí tiene.

La Interlocutora 3678 le muestra un documento al funcionario del SPO: un permiso para utilizar anticonceptivos concedido de acuerdo con una valoración médica de un trastorno psíquico leve.

Funcionario del SPO: Cuénteme más detalles del festival.
Interlocutora 3678: El bebé fue concebido en el festival regional de Ayuda a la Naturaleza que tuvo lugar la pasada luna llena, en el marco del programa de control de población y en conformidad con la ley de Planificación...
Funcionario del SPO: ¿Sabe quién es el padre?
Interlocutora 3678: ¿Está de broma?
Funcionario del SPO: Solo cumplo con mi deber.
Interlocutora 3678: ¿Cómo quiere que sepa quién es el padre? Ya se lo he dicho: el bebé fue concebido en el festival. ¿Cómo voy a saber quién de todos...?
Funcionario del SPO: ¿Con cuántos hombres estuvo en el festival?
Interlocutora 3678: Con cinco... Siete... No sé.
Funcionario del SPO: Según nuestros datos, en el pasado festival de Ayuda a la Naturaleza acudieron mil trescientos cincuenta y dos hombres a la zona de Reproducción. Se los traeremos a todos para una rueda de reconocimiento. ¿Cree que podría identificar a sus parejas?
Interlocutora 3678: No lo sé. No estoy segura. No estoy obligada a hacer tal cosa. La ley de Privacidad de las Relaciones Sexuales todavía está en vigor.
Funcionario del SPO: Naturalmente, no está obligada. Tan solo se trata de una petición por parte del Servicio Planetario del Orden.
Interlocutora 3678: Satisfaré su petición si me explica lo que está pasando.
Funcionario del SPO: Muy bien, lo intentaré. En el festival de Ayuda a la Naturaleza en el que participó usted se interrumpió de manera temporal la existencia de seiscientos diez individuos en la zona de la Pausa. Al mismo tiempo, en la zona de Reproducción fueron concebidos seiscientos once individuos. De estos, seiscientos diez son la encarnación directa de los que se quedaron en la zona de la Pausa. Todas las claves coinciden. Pero hay un bebé del festival, el suyo...
Interlocutora 3678: ¿Y por eso me ha asustado tanto? ¡Lap!* [* Abreviación popular de los chats del Socio: «Lloro antes de la pausa». Se incorporó al léxico de la primera capa a principios del siglo ii d. N. V.] ¡Es sencillamente ridículo! Está demostrado que, en el noventa y cinco por ciento de casos de niños concebidos en festivales, la reproducción de los pausantes es consecutiva, y en el cinco por ciento restante, las claves pueden ser de cualquiera. ¿Y dice usted que me ha hecho ponerme esta cosa solo para decirme que la clave de mi pariente no se corresponde con la de ninguno de los pausantes? ¿Y qué? Me da absolutamente igual de quién sea la clave del niño, poclé.[* Abreviación popular de los chats del Socio: «Por la clave eterna». Se incorporó al léxico de la primera capa a principios del siglo iii d. N. V.]. Lo importante es que no sea un criminal... Porque no es un criminal, ¿verdad?
Funcionario del SPO: No lo sé.
Interlocutora 3678: Pues yo sí. El doctor me ha dicho que mi pariente no está en la lista negra.
Funcionario del SPO: Es cierto. La clave de su feto no figura en la lista negra.
Interlocutora 3678: Entonces, ¿cuál es el problema?
Funcionario del SPO: El problema es que la clave de su feto... La clave de su pariente no figura en ningún sitio.
Interlocutora 3678: No entiendo. ¿Qué está diciendo?
Funcionario del SPO: Ha oído bien. En la base mundial de datos no hay ningún código de encarnación que coincida con el de su pariente. Ni uno de tres mil millones. En realidad, su futuro bebé no tiene clave. En lugar de un código de encarnación, los dos aparatos con los que se le ha realizado el diagnóstico intrauterino han dado el mismo resultado: «cero».
Interlocutora 3678:
¿Cero?
Funcionario del SPO: Cero. Nulo. No tiene historia. Su pariente no ha vivido antes.
Interlocutora 3678: Pero... Entonces... ¿Cómo puede...? ¿En lugar de quién existe? Es decir, ¿alguno de los individuos cuya existencia se no ha reproducido? ¿Ha desaparecido? ¿Es eso?
Funcionario del SPO: No, tampoco. No ha desaparecido nadie. Hay uno nuevo.
Interlocutora 3678: ¡Eso es imposible! Usted es un funcionario del Servicio Planetario. ¿No le da vergüenza? ¿Qué le pasa? ¿Pertenece a alguna secta? ¿Qué herejía es esta? Tal como está dicho: «El número del Vivo es invariable. El Vivo son tres mil millones de vivos. Ni uno mengua de Él, y ni uno se añade a Él, pues en la regeneración eterna está encerrado...».
Funcionario del SPO: No se moleste; yo también he leído el Libro de la Vida y me sé de memoria los pasajes esenciales. Pero los hechos son innegables. La composición cuantitativa del Vivo se ha alterado, y ahora es de tres mil millones uno. Y este uno es su pariente, con su clave nula. Me temo que no llega a imaginarse lo serio que es esto. Nadie se lo imagina aún.
Interlocutora 3678:
Mi pariente... ¿Mi pariente puede suponer un peligro para la armonía del Vivo?
Funcionario del SPO: No lo descarto.
Interlocutora 3678:
¿Lo van a meter en un reformatorio? ¿Por qué menea la cabeza? ¿Van a permitir que nazca? ¿Tengo que abortar?
Funcionario del SPO: Estas cuestiones no las decido yo. En el transcurso de los próximos siete días, la esfera más alta estudiará el «problema Cero». Durante todos estos días permanecerá en el hospital, donde los médicos cuidarán de usted. No tiene derecho a abandonar los límites de su habitación hasta que el Consejo de los Ocho pronuncie un dictamen. Mañana empezará las ruedas de reconocimiento, y le enviarán a los trescientos primeros hombres que participaron en el festival. ¿Ha quedado todo claro?
Interlocutora 3678: Sí.
Funcionario del SPO: Me gustaría hacerle una última pregunta. Si
tenía la posibilidad de utilizar anticonceptivos, ¿por qué no tomó precauciones en el festival?
Interlocutora 3678: Porque quiero tener un pariente.
Funcionario del SPO: ¿Qué quiere decir?
Interlocutora 3678: Pues eso. Que quiero tener un pariente.
Funcionario del SPO: Explíquese.
Interlocutora 3678: El informe médico me permite tomar precauciones, pero no me exime del deber supremo con el Vivo. He cumplido con mi deber. ¿Hay algo que no le parezca bien?
Funcionario del SPO: Claro que no. Su actitud es digna del máximo respeto. Le agradezco la conversación.

(Fin del taquigrafiado.)

¿Desea consultar otro documento o quiere finalizar la actividad con la unidad?

cerbero: ¿vamos a tomar una cerveza?

¡Atención! Debe consultar otro documento o finalizar la actividad con la unidad.

—Venga, ya está, déjalo ya, Ef, acaba de una vez. Vamos a tomarnos una cerveza. En este banco de mierda hace más calor que en el culo del Vivo. ¡Y esta mierda de máscara me va a derretir el jeto si no me bebo algo helado ahora mismo!

¿Desea consultar otro documento o quiere finalizar la actividad con la unidad?

—Vale, como quieras. —Ef le dio perezosamente a finalizar con la mano vendada—. Vamos a tomarnos una cerveza.

Fin
"El Vivo" de Anna Starobinets (Trad. Raquel Marqués García)


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