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CUENTOS MITOLóGICOS
CUENTO EL HERMANO BUENO Y EL MALO (por Folklore Norteamericano)
En pleno invierno, durante la Luna de los Lobos Blancos, una india trajo un niño al mundo. Fuera de la choza, una tempestad causaba estragos y el viento soplaba en el esqueleto de los árboles. La mujer llamó a su pequeño Silbido de los Espíritus.
La primavera siguiente, durante la Luna en la que los Días se Alargan, la india tuvo un segundo niño. Cuando lo lavaban en el río el sol cayó sobre el niño. Por ello le llamaron Hombre Sol. Los dos hermanos crecieron. Pero todo lo que de bueno tenia Hombre Sol, tenia de malo Silbido de los Espíritus. Un día, Silbido de los Espíritus mató a un niño de la tribu. El Jefe de Paz declaró a la madre:

-Solo tu hijo ha podido tomar la vida de este niño. Los padres del difunto reclaman obsequios como compensación. De otro modo, habrás de pagar con tu propia vida.
Silbido de los Espíritus río burlescamente en su rincón. Entonces Hombre Sol ofreció su caballo más hermoso. Fumaron el calumet y todo el mundo quedó contento.

Sin embargo, dentro del poblado se formaron dos clanes. Unos eran partidarios de Silbido de los Espíritus y otros de Hombre Sol. Todos los días surgían conflictos. Al Jefe de Paz cada vez le costaba más trabajo hacer reinar el orden en el seno de la tribu de los corneilles.
Cansado, Hombre Sol decidió abandonar la aldea con sus fieles amigos. La banda de Silbido de los Espíritus no dejo por ello de importunar.
En su nuevo campamento, Hombre Sol tuvo que rechazar incesantes expediciones guerreras.
¡Hubo muchos muertos de una y otra parte! Hasta el día en que Hombre Sol se conmovió al escuchar los cantos fúnebres. Dijo a los valientes de su clan:
-Esos hombre que matamos para defendernos son nuestros hermanos. En vez de continuar esta guerra inútil prefiero ir a combatir a nuestros enemigos los sioux para castigarlos por las repetidas matanzas que hacen entre nosotros.
Se dirigió a las Montañas Negras con sus valientes. En el recodo de un sendero aparecieron un gran números de tiendas sioux. Hombre Sol dijo a sus valientes:
-No somos suficientemente numerosos para confiar en vencer. Aquellos de vosotros que quieran volverse pueden hacerlo sin avergonzarse. En lo que a mí respecta, ¡atacaré! He perdido el gusto por la vida. Mi existencia ha perdido su belleza y se la abandono al Gran Espíritu. Los acontecimientos me han forzado a convertirme en guerrero y me siento avergonzado.
Se quedaron una docena, Hombre Sol hizo una incursión en el campo enemigo, quemó algunos tepees y partió con sus valientes a emboscarse en un desfiladero.
Los sioux, muy disgustados, rodearon a los corneilles y empezaron a dispararles desde todas partes. Hombre Sol, bien protegido en el desfiladero, resistió todos sus ataques. Cada vez que mataba a un sioux con una flecha, iba a buscar el cadáver y le arrancaba el cuero cabelludo.(1)
La batalla duró todo el día. Por la noche, Hombre Sol había perdido dos hombres.
Al día siguiente los sioux subieron a las montañas circundantes e hicieron que lloviera un huracán de flechas sobre los corneilles. Hombre Sol perdió algunos valientes más. De tal manera que la noche del segundo día se encontró completamente solo.
Un sioux le gritó desde una altura:
-¿Quién eres que sigues vivo cuando tendrías que haber muerto hace tiempo?

La voz del Hombre Sol resonó como el fragor de un río:
-Soy un pobre piel roja que, después de haber matado a hombres de su propia sangre, ya no desea volver vivo con los suyos.
El sioux dijo de nuevo:
-Tu valor es tan grande que estamos dispuestos a perdonarte.
-No: Al contrario. ¡Tirad más! Necesito vuestras flechas pues he acabado con las mías.
Hacia la mitad del día, los sioux le lanzaron una cantimplora.
-Sabemos que no te queda agua.¡Bebe, Hombre Sol! Queremos el cuero cabelludo de un hombre fuerte.
Al crepúsculo, el brazo del valiente estaba tan hinchado que le costaba tensar el arco. Las flechas se fueron espaciando. Y, por fin, dejó de tirar por completo.
Los sioux creyeron que se trataba de una artimaña y se lanzaron al asalto, el tomahawk empuñado. ¡La refriega fue espantosa! Los muertos se amontonaban a los pies de Hombre Sol. El sangraba por todas partes. A pesar de todo gritaba:
-¡Venid más!¿Son los sioux unos cobardes?
Al alba del tercer día, el hacha de Hombre Sol cayó de sus manos. Su pobre cuerpo era una pura herida.
Un sioux se deslizó junto a él y le disparó una flecha en el pecho. Otro le hundió el cráneo con el tomahawk. Pero frente a ese temible guerrero, los sioux se sintieron invadidos de espanto y no se atrevieron a arrancarle el cuero cabelludo.
La gloriosa muerte de Hombre Sol llegó hasta el poblado de los corneilles. El Jefe de Paz convocó un consejo durante el cual declaro:
-Ese valiente que ha preferido morir a manos del enemigo antes que combatir a los suyos. Es un gran sabio. Su muerte es un aviso para este consejo. No sigamos ofendiendo al Ser Eterno y fumemos la pipa de la paz.
¡Y se reconciliaron los dos clanes de la tribu!
Pero a Silbido de los Espíritus no le gustaba nada esa paz. Le dominaban demasiados malos instintos.Un día, en la ribera del río, pisoteó a un niño.
El muchacho, herido, fue a refugiarse en el mismo lugar en el que Hombr e Sol mantuvo su combate con los sioux. Mientras sollozaba se le apareció Hombre Sol y le dijo:
-Ya veo que Silbido de los Espíritus no ha cambiado. Vamos a poner término a su mal talante. Regresa a la aldea, yo te acompañaré con el pensamiento. Toma mi nombre, es mágico, te protegerá. Toma también este hueso y hazte una maza. Es el hueso de mi brazo guerrero. Con él serás tan fuerte como lo fui yo.
De regreso a la aldea, el joven comunicó al hechicero que Hombre Sol le había dado su nombre mágico. Los corneilles se pusieron muy contentos al saber que Hombre Sol se había reencarnado en el cuerpo de ese muchacho. El jefe de Paz ofreció un gran banquete.
Esa misma noche Silbido de los Espíritus dio a su mujer tres cuchilladas. Esta, toda ensangrentada, fue a refugiarse en casa de Hombre Sol. Silbido de los Espíritus se apoderó de su hacha con la intención de matar al joven valiente y recuperar a su mujer. Al llegar ante su tepee, gritó:
-¡Ven a luchar, Hombre Sol! El vencedor se quedará con esta mujer.
El joven salió, diciendo:
-Has empleado tu fuerza no contra el enemigo sino contra la gente de tu propia tribu. Por ello vas a morir miserablemente. No tengas miedo, morirás sin dolor.
Silbido de los Espíritus levantó su tomahawk. Pero Hombre Sol le tocó con su hueso medicina y el brazo volvió a caer, inerte. Estupefacto, el malvado huyó de la aldea.
Los crow le encontraron al día siguiente, muerto en la pradera.
-¡Déjalo así! - decretó Hombre Sol-. No le erijáis ningún tablado fúnebre.(2) Dejad que los lobos coman su carne y los jóvenes coyotes jueguen con sus huesos.
Tras una historia tan triste, entre los crow nadie volvió a atreverse a poner a un niño el nombre de Silbido de los Espíritus.
(Leyenda de los indios Corneille)


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