Una nueva viñeta literaria del genial cartoonist Gahan Wilson, en la que se nos recuerda la relatividad de nuestros cánones.
Un científico emprendió la difícil tarea de construir y dar vida a una nueva clase de ser humano superior. Imaginaba que su creación sería un ejemplo para el resto de los hombres, a quienes enseñaría el camino hacia una vida mejor, de progresos y, posiblemente, de paz sobre la Tierra.
Desafortunadamente, a pesar de tener las mejores intenciones, el científico erró seriamente en uno o dos puntos cruciales y economizó tal vez demasiado en los materiales. El decepcionante resultado sólo puede ser descrito como un monstruo.
El científico, que se había escondido cuando el monstruo comenzaba a despertar, espiaba consternado, mirando cómo la criatura se tambaleaba explorando el laboratorio. La cosa era horrible, y el científico se sentía terriblemente culpable por haberla construido.
«¿Qué derecho tenía yo para jugar a ser Dios y traer a esta pobre y retorcida criatura a una existencia de sufrimiento?», se preguntaba.
A través de lágrimas de arrepentimiento, el científico vio con súbito pánico que el monstruo había descubierto un gran espejo que colgaba en uno de los extremos del laboratorio y se dirigía pesadamente hacia él.
«¡Qué horrible! —gimió el científico—. ¿Qué ocurrirá cuando este patético ser vea su espantosa imagen en el cristal?»
El monstruo se detuvo frente al espejo durante un minuto o algo así, y luego, emitiendo arrullos de deleite, comenzó a andar afectadamente de un lado hacia otro contemplando su imagen, volviéndose y adoptando distintas poses mientras lo hacía. El científico se asomó un poco más afuera del armario para observar mejor este fenómeno inesperado, pero el monstruo, al verlo, salió corriendo del salón, asustado y dando alaridos.
Lección / Moraleja:
Muchos de aquellos por quienes sientes compasión no comprenderían tus motivos.